
Los capitalistas de riesgo europeos deben asumir el riesgo — o resignarse a que la era de la IA quede bajo el control de Estados Unidos.
Las startups europeas de IA están perdiendo terreno frente a EE. UU. — y sus propios inversores tienen la culpa. Solo el 5 % del capital de riesgo mundial se recauda en la UE, según la Comisión Europea. EE. UU., en cambio, atrae más de la mitad, mientras que China se lleva el 40 %. Sin embargo, Europa no adolece de falta de capital: los hogares ahorran 1,4 billones de euros al año, casi el doble que en Estados Unidos. Aun así, muy poco de ese dinero llega a las startups, pese a una plétora de incentivos como la desgravación fiscal EIS del Reino Unido para inversores ángeles.
Incluso cuando hay financiación disponible, las firmas europeas de capital de riesgo son lentas y cautelosas. Los fondos invierten semanas en la due diligence y dudan cuando las valoraciones superan los 10-15 millones de dólares. A menudo se cita la regulación como un obstáculo, y en cierta medida lo es. Sin embargo, los fondos estadounidenses que respaldan startups europeas operan bajo los mismos marcos regulatorios, y aun así su capital sigue fluyendo libremente.
El lastre no es la ley en sí. Son los inversores que interpretan las normas de forma conservadora —en lugar de actuar con decisión.
Conservadurismo sobre convicción
Los inversores europeos han evitado históricamente los riesgos. Bancos, aseguradoras y fondos de pensiones han dominado el mercado durante mucho tiempo, impulsados por la preservación del capital. En Alemania, la mentalidad Mittelstand —un enfoque en negocios estables y a largo plazo— ha llevado a que las empresas industriales familiares persigan la estabilidad generacional. Si bien ese conservadurismo ha construido resiliencia, también marca el tono de los mercados de capitales. Este enfoque cauteloso ayuda a explicar por qué la inversión neta en el país cayó un 6,3 % entre 2019 y 2024.
La industria del capital riesgo llegó a Europa más tarde que a EE. UU., y cuando lo hizo, los fondos del continente vertieron dinero en comercio electrónico, fintech y reparto de comida. En el caso del deeptech, la mayoría de los VC europeos simplemente carecían de la experiencia —y a menudo del coraje— para invertir en avances reales. Como resultado, en la era previa a la IA, las compañías más valiosas aquí eran jugadores como Revolut, Klarna, Delivery Hero, Spotify, Farfetch, Adyen y N26. Todas empresas extremadamente sólidas, pero relativamente sencillas, con encaje producto-mercado evidente ya en la fase seed.
La IA requiere costes iniciales elevados, particularmente en energía, y de inversores dispuestos a aceptar incertidumbre. Muchos fondos europeos no están preparados para eso. Pueden hacer un pequeño desembolso para una startup en fase temprana, pero a menudo se apartan en rondas posteriores. Al carecer de la convicción técnica para ver cómo la investigación temprana se traduce en mercados futuros, consideran la IA más arriesgada de lo que realmente es —y se retiran.
Un sistema diseñado para la lentitud y la cautela
El otro gran lastre es la velocidad. Los acuerdos de capital riesgo en Europa suelen arrastrarse al ritmo de la burocracia. He visto a un fondo tardar 40 días en completar la due diligence de una startup B2B de un año que apenas tenía 20 transacciones al mes. Para un fundador, eso resulta frustrante —en Silicon Valley, la misma ronda se habría cerrado en menos de una semana.
La lentitud también tiene raíces culturales. Las oficinas suelen quedar a oscuras en agosto —intenta encontrar algo abierto en Francia o Italia—, luego otra vez en las vacaciones de invierno y los fines de semana. Cuando compites en un mercado global, esas lagunas importan.
El coste de la inacción
Europa se está excluyendo de las etapas de crecimiento y convirtiéndose en un mercado alimentador, lleno de ideas prometedoras que se convierten en empresas americanas.
Los números respaldan esto. En el segundo trimestre de 2025, solo 5.700 millones de dólares se destinaron a startups europeas en fase de crecimiento en 75 operaciones. Eso supone alrededor del 10 % de la financiación global de capital riesgo en fases tardías —la menor cuota en cualquier etapa. Las mega-rondas subieron ligeramente el año pasado, pero siguen muy por debajo de los máximos de 2021.
Abundan los ejemplos. Graphcore fue en su momento aclamada como la esperanza británica del hardware de IA y recaudó más de 600 millones de dólares, pero fue adquirida en 2024 por SoftBank por aproximadamente la misma cantidad —muy por debajo de su valoración anterior de 2.000 millones de dólares. En Francia, Navya, pionera en lanzaderas autónomas, se declaró en concurso de acreedores en 2023 tras luchar por conseguir financiación de seguimiento. Y en Suecia, Uniti, una apuesta audaz por los VE en movilidad urbana, quebró cuando se secó el capital.
Qué debe cambiar
Para lograr un resultado distinto, los VC europeos necesitan actuar menos como guardianes del capital privado y más como inversores ángeles. Dadas las valoraciones de las startups de IA, la prima de riesgo asociada a estas operaciones puede haberse esfumado, pero tomar riesgos es más productivo que quedarse con la pólvora seca.
Los fundadores en IA quieren convicción, flexibilidad y cheques que lleguen en días en lugar de meses. Quieren fondos que entiendan que múltiples apuestas pequeñas y audaces superarán a un único acuerdo "perfecto" y lento que se prolonga hasta el infinito.
Los fondos pequeños y medianos tienen una ventaja aquí. Libres de mandatos institucionales, pueden estructurar acuerdos de forma creativa —SAFEs, convertibles, operaciones secundarias e incluso híbridos de capital y deuda. Lo que importa es la voluntad de ser ágiles y de aprovechar las oportunidades prometedoras.
La elección de Europa
La escena de la IA en Europa tiene el talento, la base investigadora e incluso el dinero —aunque ahora mismo esté mal asignado. Lo que le falta es urgencia. Mientras su ecosistema de capital riesgo se aferre a la cautela, las mejores startups de IA seguirán aceptando cheques extranjeros y, con ellos, el talento y la palanca que trae la escala.
La elección es simple. O los inversores europeos aprenden a actuar a la velocidad de las startups, o el continente seguirá siendo un laboratorio para que otros cosechen. Puede construir la próxima generación de empresas globales, pero solo si su estructura de capital se desprende del instinto de vacilar cuando más importa.
La carrera por la IA no espera, y Europa tampoco debería.
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Alex Menn, de la firma de capital de riesgo con sede en Londres Begin Capital, sostiene que los inversores reacios al riesgo están frenando a las startups europeas de IA.